Perseguido por la luz que acompaña tus pasos
requeridos, adorados, rotos ya.
Con ella voy, trampeo,
e inclemente el tiempo me ata
me retiene,
me devuelve la imagen desvelada
luz negra del recuerdo.
Cartas marcadas por el óxido
de las margaritas poseidas
por el nácar de la miseria y los bulbos.
Espadas de ángeles vengativos
escondidos entre volutas de humo
-tu boca con el cigarrillo prendido de rojo-
Bravo animal de siete brazos
que nada aún contra corriente
y se estira, asoma su fragil cuello,
entre las olas gigantescas de los álamos
Acosa al parque, el puente, las bicicletas
ridículas y muertas.
Mientras, maletas de ébano
repletas de misterio y kilómetros,
se cierran solas al paso de la orquesta.
No encontramos la cartera negra
con los viejos documentos
las firmas de la derrota
y la empresa da en quiebra
a pesar de elevar por encima de lo inverosimil
el nivel de ganancias del fracaso.
Hacemos algo con el convenio
de la coca que masticamos juntos
con la misma boca
mezclando deseo en la misma saliba
o
sencillamente esperamos a que se cumpla
el afán de etiquetarse para siempre
con los labios recién pintados de rojo
en la moqueta humedecida
y en la sacristía mas cercana
dejar el pasaporte al país de los lamentos.
Nunca más me guíes por esos ciegos senderos
que para salir del laberinto
necesito dosis eternas de feniletilamina.