jueves, 22 de octubre de 2020

LA CASA

PRÓLOGO

Voy a dibujar la casa
con palabras de arena
y de horas
o de ensueños.
En cualquier caso,
teñiré con colores que surgen del olvido
las paredes de cada habitación,
el semblante oscuro de cada rincón,
la magia de la memoria en cada ventana.

Es un juego, una máquina virtual
que puede despedazar los muros,
agujerear las paredes,
desconfigurar el número de teléfono.

En nada dañaré los ojos de los demás,
dejaré que siga creciendo el musgo entre la piel,
el odio en las cornisas,
las venas de la alergia ribeteando la vida.

No quiero que surjan nuevas batallas
en la lectura apócrifa de este texto,
en la interpretación bruñida por la rabia,
en la búsqueda de enlaces
donde solo hay viento.

Por eso, por favor,
si llegan a ti los ecos de estos versos,
no digas que fui yo el autor.

Deja la incógnita, la duda, la metáfora
de los ruidos perdidos en el mar del tiempo.,
algo así, que pueda justificar el rito que ahora inicio
dejando que mi muerte se pierda,
como tantas otras, en los pantanos de la prisa.

Hazme caso y déjate llevar
solo por el sonido,
no le busques el sentido a nada.

Nada se salva
todo vuelve al inicio.

Y así será siempre.


LA ENTRADA

Se abre la puerta de la calle,
por ella entran y salen los vivos.
Salen los muertos.

Cargan sobre su cuerpo frío
la memoria de sus odios,
los ecos de sus frustraciones,
los remiendos de sus deseos,
y el poco amor que disfrutaron
se diluye en las venas ya vacías.

Allí reposa la despedida,
la última mirada,
el adiós de los suyos,
las palabras absurdas del párroco,
el bastón colgado de la puerta,
las gafas de las últimas lecturas,
los pañales sin usar,
la mujer que les cuidaba en su agonía.

Sale el último muerto,
en sus manos un rosario de cristal,
entrada al cielo en el que nunca creyó
y que alguien colocó
como última venganza.

La puerta se blinda de nuevo
cuando sale el último muerto,
e impide que entre el aire,
se oxigene el sudor
que va dejando el odio,
en las chaquetas y en los ojos,
hartos de ver pasar
la vida sin beber su jugo.

Hall de entrada,
varias puertas,
elegid la continuidad
de la ruina.


LA COCINA

Máquinas que mueven y trituran
alimentos, mientras la boca
mastica qué clase de verdades,
qué tipo de mentiras,
qué odios obvios
o desgracias recalcadas,
voy a soltar esta vez.

Mi dieta está formada
de rotas premoniciones,
vueltas de tuerca al pasado,
láminas de celos
y un aroma a rencor,
que todo lo invade.

Mientras, las ollas a presión
dejan blandos los tejidos
de la carne, la que difunde
en mis órganos
el polvo de los caminos,
ese deshecho del tiempo
que nos tocó vivir.

Sentados a la mesa familiar,
donde ya no queda familia,
ni palabras para compartir,
vuelvo, callado, a observar
las caras que no miran,
que solo buscan el veneno
para una muerte rápida
y esperanzadora.

Tristeza en el postre,
que a pesar de su dulzor,
se carga con la espada
justiciera, imposible de blandir.

Dejemos que el horno
caliente esa ración de verdura,
mientras el lavavajillas,
se carga de platos y cristales,
invadidos por el peso pétreo
de residuos: el aire que respiran.

Orden, limpieza, razones
para vivir en la lógica
que impide emocionarse
si no es con la rabia o con la ira.

Friega cuando terminemos
y sal a la calle con la basura.

Recordad, por último,
que la cocina está llena de cuchillos.


EL SALÓN

El poder del salón está en la tele.
Frente a ella reunimos tierra
que se acumula en el cerebro
y nos frena la emoción
de la verdad.
Se arma el salón
con las gamas de colores
de todas las cortinas,
de todas las persianas
que anulan el sol.
Se puebla sus paredes
de cuadros, imágenes y dioses
que se vuelcan en el placer
de destruir la imaginación.
Hágase la luz y las lámparas
se descolgarán buscando el hambre
de señuelos de aves peregrinas.
Una estampa de la virgen negra,
aumenta su presión sobre mi cuerpo,
desnudo en el centro del sofá.
Hace calor y abiertas las ventanas
entra el veneno del aire,
a transformar el humo del tabaco.
Estamos todos,
está todo, cada uno en su universo,
dejando sus dedos pegados,,
a sus rutinas de teclas,
aislados como monos de feria,
indolentes ante el desafío
de la verdad.
Convivencia de mudos,
sistema perfecto para anular
la razón y la verdad.
Sigo tumbado, hay fútbol,
adormecimiento y palomitas.
Estoy en el salón del hogar,
donde reside la redención
de las almas muertas.


EL PASILLO

Distribuye el pasillo los pasos
y los olvidos, las mentiras
y los escombros.
Abre el camino hacia el portazo,
el encierro en cada espacio,
la gloria de hacer lo que te de la gana.
Estoy en mi habitación.
Ris-ras-ris-ras.
No entrarás porque pisas mi libertad.
Corto, estrecho, oscuro, silencioso.
El mejor amigo,
nunca interviene, nunca denuncia,
jamás delata tu comportamiento.
Me sitúo en el centro de la L
y me siento rodeado de los nichos
personales, los hábitats del desprecio,
el inicio de todas las pequeñas separaciones.
El acceso a la parte oscura de mi cueva.
No os mováis de vuestro lugar, mientras
el yo
- omnipotente yo -
llega inmune de la lluvia ácida de las miradas,
al refugio anti-personas,
que es mi habitación.
Cierro por dentro.
Salvado el pasillo.


LOS BAÑOS
La pureza inmaculada
es la mierda que se desprende
del intestino,
la única pureza material
que preside el cuarto de baño.
Está el desprendimiento,
la desnudez,
la locura del cabello,
el tapón de champú y pelos
retorcidos y devueltos al agua,
la suciedad que se encarga
de darnos la razón de la existencia,
el alma de nuestra vida,
la continuidad de lo eterno,
que se rehace, se rechaza
y se recicla
para volver a mi y a todos,
sedientos de belleza,
en la fría podredumbre del espejo,
envoltorio de plata,
para la piel que huele
a lo que no somos.
Todos pasamos por el baño
y salimos molestos,
por el ruido del aire caliente
que el otro nos dejó como recuerdo,
y su aroma, que es el mismo
que otorgo a mi estancia,
esa débil mortal sin cobertura.

EL DORMITORIO DE MI HIJO
Paso por el océano vacío de su existencia
y no veo más que un vasto dolor y desamparo,
una inquieta pasión por las sustancias,
que busca, adicto y somnoliento
para otorgar el sentido que perdió.
Su cama, deshecha, huele a alcohol y desespero,
filtra la humedad del semen y la orina,
descansa de otros cuerpos oxidados,
que, como él, sudan el hastío y la tortura.
Hay muebles llenos de desorden,
vacíos de emociones y aventura,
desiertos de motivos y razones.
solo quedan el polvo y las colillas,
esperando que una mañana,
entre un viento de derrota,
los derribe de un zarpazo
la razón, el futuro y la vida.


EL DORMITORIO DE MI HIJA

Está vacío,
porque ella no habita en esta casa,
dio su salto vital hace ya tiempo
y se escapó de este cerrojo.
Es la alegría que mitiga el dolor,
la fuente de agua fresca que brota
con la pureza necesaria para eliminar
la energía inútil de otros fracasos.
Alimenta la luz y la esperanza
y deja a su madre con el poso
de la gloria de haberla llevado
en su interior
para prolongar la vida
con sentido de futuro.


EL DORMITORIO DE LA PAREJA
Las cucarachas se abren paso entre las cortinas,
señuelos de la pasión que se desborda,
y una misera canción de negra cobertura,
va en la comitiva junto a ellas.

Unidas inundan los almohadones con leche y calentura.

La amarga sensación del trago a flor de  piel,
se vuelve océano de rutina,
para ensimismarse en el sueño inquieto,
donde insectos de dudas y culpas,
se adueñan del poco espacio
que deja el olvido,
los rencores,
los miedos y el ruido,
el negro olvido,
el brillante olvido...
las cucarachas pasean su cuerpo
entre los vivos,
que quedan
meditando su desesperación,
para mayor gloria del cemento
que cubre la tumba del lejano amor.

A pesar del sol,
el aire es turbio,
la luz incierta,
el ánimo quebradizo,
el despertar inútil.

Las cortinas densas
se nutren de las escamas
de los insectos,
que se abren paso entre ellas.



LAS VENTANAS

Óculos abiertos,

cerrados los huecos

de las entrañas.

Tanto vanos sin ventilación,

tantas almas arañando cristales,

tantos seres al filo del alfeizar,

mirando con distancia la muerte.
¿Son las ventanas los ojos de esta casa,
o, solo muros de cristal sin entrada de aire?
La luz entra como un juez en busca de las verdades
y retrocede hacia el abismo de nuevo,
porque su sustento de razón,
se ha vuelto oscuro y celoso
ante tanta oscuridad.
Limpios sus cristales,
impolutos de cagadas de moscas
y mocos de bebé
o huellas de manos húmedas
en busca de auxilio.
Restos y blancos
sus perfiles de frio aluminio,
hechos con la rectitud de la escuadra
pero ausentes de la curvatura de la vida
que se repliega sobre si misma
en busca de calor y abrigo para el alma.
Cerradas o abiertas, sordas y mudas,
desde el exterior impiden entrever la máscara
y desde el interior, la máscara
se desnuda para verse reflejada 
en el espejo del vidrio.
Haced un hueco en la opacidad
para que un sencillo rayo de luz
se vuelva oxígeno para mis ojos.






LAS TERRAZAS
No tiene balcones esta casa,
nada sobresale de su fachada,
todo queda incorporado en el plano,
en la rectitud gris de su piedra exterior.
Son terrazas que se incorporan 
al interior del edificio
y generan un espacio que es útil
para tender la ropa, 
reposar eel cuerpo al sol,
macetas de plantas obstinadas en secarse,
mirar como los gatos del vecino
cagan en los rincones
y palomas invaden el suelo
con su mierda gris.
Terraza al sol,
donde se me va secando el cerebro,
mientras leo un diario del año pasado
en el que daban noticia
de la muerte de mi vecino
mientras jugaba al tenis con su hijo.
Esta puta vida tiene estas cosas
y todo sucede en las casas,
en todas la casas, en algún momento.
siempre.




CHIMENEAS
está en el ordenador


GARAJE


LA CASA ES MUY GRANDE











martes, 6 de octubre de 2020

La mirada necesaria

 La mirada necesaria brota de las maletas

donde se acumula la ropa sucia de tantas generaciones

que han urgido mirarse a los ojos

para no matar en ellos la esperanza.

Esas miradas azul, verde, roja, seca

irradian desde los espejos cóncavos,

volcados en la búsqueda del más allá,

olas inmensas como el océano 

entre manos ávidas de besos,

sobre labios finos y prietos,

que desprenden mordeduras de sol,

brillos y espejos de luna,

ante el templo de los dioses oscuros.

Los fondos de esas miradas me persiguen 

en la noche, para dejar entre mis poros,

el caldo de cultivo de la desesperación

y el desasosiego:

gotas formadas por lágrimas sucias,

lluvia oscura para humedecer

mis sueños salobres.

Hacen falta

Miradas necesarias para paliar el silencio

y devolver a la tierra su parte de luz

y liberar sus cuerpos atados.

Miradas necesarias para mover la arena

de los párpados,

la pátina de viento pegada a las pestañas,

la flor iridiscente en la pupila,

el último suspiro de papel,

las hojas otoñales empapadas,

el aire, mover el aire,

con las miradas necesarias.