jueves, 29 de octubre de 2015

Guadiana

El río vuelve a crecer a mi paso,
rebasa su cauce la fuerza de las aguas,
y nuevas lluvias cargadas de misterio
hacen brotar nítidos sueños de algas.
Me encaramo en montes cercanos
para evitar llevar mis pensamientos
a la ruina de las inundaciones,
mientras mi cuerpo indócil,
imagina nadar sobre sus olas.
Como un abrigo de piel
me envuelve el sol cuando amanece
y observo con su luz
las láminas tranquilas de su curso:
río vencido bajo faldas de encinas,
rastrojos flotando entre sus troncos.
Ahora no voy contracorriente,
me dejo llevar por la energía
que el agua despierta en mis sentidos
y derramo de golpe sobre ella
las últimas gotas de sudor del día.


sábado, 24 de octubre de 2015

Parece que vuelvo a caminar

Parece que vuelvo a caminar,
cegado por el sol de los mismos ojos de siempre,
aquellos que secaban con sus pupilas
la sal de las lágrimas vertidas por las  nubes.
Los mismos pasos de siempre,
medidos con pies más viejos,
muestran el camino
y no paran ya en la búsqueda del tiempo,
olvidado en los recodos oscuros de los parques.
Las mismas leyes de ayer
se vuelven en mi contra
cuando camino
pensando en los pasos que di.
Otra espera en la forma esférica
que tu corazón,
como vórtice del tiempo,
me deja espectador de labios
y mudo testigo de los pasos.
No es caminar lo que parece,
es reptar bajo el césped,
buscando como un topo
la sabia del rocío,
el alimento de gusanos,
que esperan mis pasos
sobre superficies más hermosas.
Al fin y al cabo, fin
de la ilusión de mis piernas caminando.

jueves, 22 de octubre de 2015

Nosotros los viejos

Al volver esta mañana por el camino del agua,
la lluvia devolvía su energía al suelo,
salpicando el barro y las hojas muertas.
Lanzas líquidas como chorros de hielo
se abrían paso en el aire y vomitando,
dejaban la luz gris y fría, atronadora.
Andaban los viejos con paraguas de años,
hechos jirones de plástico y metal,
intentando parar el viento y el agua,
pero en su inútil batalla,
perdían el pulso y el norte deglutía sus ropas.
Vuelven cada día a buscar su hueco,
su rincón, su pareja de baile, sus cartas,
y toman café en el lugar del tránsito,
esperando a que la lluvia escampe
y puedan regresar al dulce hogar
del silencio.

martes, 20 de octubre de 2015

Él

Se acerca al silencio con su alma vacía
y aún pervive en él la falta de emoción.
Es una pesadilla su imagen en el agua oscura
como la música que lleva en el corazón.
Carga con na silente arma de doble filo,
la navaja afilada para cortar la piel,
y la hosca cuerda que rompa el aire en su cuello.
Baja con su duelo a la búsqueda del sol,
pero la nebulosa de sus ojos oscurece el cielo
con súbitas llamaradas de ácido y dolor.
No hay espacio en esta tierra para él,
no tiene el impulso de ser,
se encierra en la ausencia de pulso:
su única querencia,
su única salida.



miércoles, 14 de octubre de 2015

La cuarta vez

Ha vuelto a suceder.
Ayer tras un pequeño viaje,
me asomé a su habitación
y dormía.
Dormía profundamente,
con el sueño artificial,
la modorra de las drogas de farmacia.
Tomé su pulso.
No era la muerte.
Otra vez.
Cuarta vez.
Distinto método,
pero la misma intención.
Y de nuevo al hospital,
el mismo protocolo,
la misma sensación.
No hay más preguntas,
ya no hay lamentos,
no hay llantos,
no hay emoción.
Silencio aterrador,
en esta cuarta vez.
Hasta la próxima, hijo.



lunes, 12 de octubre de 2015

El pegamento

Recuerdo sobre todo, su tapón azul,
su bella tapa troncocónica,
con hendiduras verticales,
para poder ejercer mayor presión
y conseguir abrirlo.
Recuerdo su boca de aluminio,
sellada con una lámina del mismo metal,
la cual se abría clavándole
un relamido alfiler,
dejándolo allí dentro al terminar.
Recuerdo mis dedos pegajosos,
la piel levantada,
despellejada por la fina capa de cola.
Recuerdo mis trabajos manuales,
hechos una porquería,
mucho pegamento,
mucho imedio,
pero aquello,
no tenía remedio.
Qué infancia más feliz,
oliendo y chupando el pegamento.

jueves, 8 de octubre de 2015

Alfileres

No se si el caballero del ajedrez
es consciente de lo que es,
un conjunto de minúsculas lanzas
de acero clavadas en su acerico,
almohadilla encantadora que les ama.
Ellos, enhiestos, rígidos y flacos,
esperan ansiosos para entrar,
con delicioso y sádico placer,
en cualquier piel,
humana,
animal,
tejido,
o en cuerpos doloridos,
que buscan sanación,
o, peor aún,
en muñecos vudú,
para amarrar,
dañar
o controlar a distancia,
a otros seres,
que, también con alfileres
evitan la guerra,
con estos oscuros caballeros,
de diagonales placeres.






La grapadora

Curioso chisme este de la grapadora,
extraño artilugio de aspecto telúrico,
máquina ingeniosa de porte cómico,
conjunto de palancas rellenas de amor.
Como un sacerdote en una boda,
oficia con diligencia la unión
de dos o más ilusos contrayentes,
dejándolos grapados para siempre.,
con un tremendo golpe seco,
de dos bocas y dos dientes.
Unidos todos por una C metálica,
aplastada, viajan hacia el futuro:
un incierto sobre, desconocido cajón,
robusta mesa, delicada carpeta...
Cuántos hombres y mujeres
sus vidas grapadas en papeles,
lloran por haber dejado,
hundir su libertad,
en el fondo
de un cajón,
por una grapadora.



martes, 6 de octubre de 2015

El cuaderno gris

Tengo un cuaderno con tapas grises,
que me mira desde su balcón,
y me pregunta, burlón,
que coño estás pensando, listo.
Le miro con cierto odio,
sabiendo lo que opina sobre mi,
le arranco de su cómodo estante
para abrirle en canal por la hoja uno,
para dejarle escrito en letra cursiva
lo loco que me vuelve,
la pasión que me produce
el blanco vacío de sus entrañas.
Y, como no puede ser menos,
o, arranco la hoja,
o, Oh, escribo en ella
la miseria del día
con mas de 140 caracteres.
Es una gloria este cuaderno gris,
saber que está pendiente de uno
para que espabile las pocas neuronas
que me quedan.



lunes, 5 de octubre de 2015

La abuela


Me acuesto sin pensar en el mañana,
Miro con desconsuelo la radio de pilas
que ya no me funciona,
el despertador eléctrico,
roto por los excesos,
el libro que he de devolver mañana,
la botella de agua,
las pastillas para la tensión,
el aire enrarecido de mi dormitorio,
la cama vacía y sin hacer.
El todo y la nada que me engaña.
La inútil cadencia de los días,.
Llaman a la puerta
y el vecino asoma su cabeza,
a pedirme que deje de llorar,
que, así, no puede dormir.
Me abrazo a él y me consuela,
-olvídate de ella, me dice,
búscate otra abuela,
disfruta de la vida que te queda.
Y se va,
tan fresco,
a dormir con la mujer
que me dejó por él.



sábado, 3 de octubre de 2015

Abrecartas

Los objetos, siempre, se rebelan.
Esto que es harto conocido,
se vuelve insoportable
y, a veces, peligroso.
Podríamos hablar de ello
largo y tendido.
Hoy me ha tocado lidiar,
y nunca mejor dicho,
con una pequeña espada
que se usa de abrecartas,
y que ahora no sirve para nada.
No hay cartas, ni sobres que cortar,
lo poco que recibo está metido
en el cuarto oscuro de mi ordenador.
Y los sobres que hay en el buzón,
son papeles que tiro sin leer,
pues vienen a decirme
las cosas que tengo que comprar,
a mi, que malvivo
a costa de la caridad de mis vecinos.
Pagan mi comida, la comunidad
y me dejan su wiffi para el vicio
de mirar en internet desnudos de mujeres.
En una de esas estoy
yo tan tranquilo,
y el espadín se cae,
( ¿se tira de su estante?)
Se clava en mi mano,
dejándomela inútil y sangrando.
No me hago preguntas,
¿para qué?
total, con todo lo que tengo
una más, qué mas da,
si mi vida es un objeto inútil,
que nunca se va a rebelar.



La bombilla

Me confundí al elegir el sol
y tachar con rotulador rojo
la bombilla,
que yo pensaba mi astro reina.
Se enfadó con rabia y, dolorida,
dejó de iluminarme cada noche,
renegó de mi amor y mis manías,
solo y aparcado en la acera,
bajo lúgubre luz,
de la única farola en la avenida.
Creo que herí su orgullo eléctrico,
renunciando a ella por el día.
No dejó que le explicara
que la quiero igual,
que mis noches sin ella
no son nada.
Le pedí perdón ya de rodillas,
prometí fidelidad
y fantasía,
pero ella se niega a volver.
No quiere ser más mi bombilla.
(NB: me ha bajado el recibo de la luz
y ya no me duermo por el día)





viernes, 2 de octubre de 2015

El interruptor

Es solo un interruptor en una lámpara,
un mecanismo de plástico y metal,
que es útil para lo que ha sido concebido.
Es solo un interruptor
y, a pesar de eso, da miedo.
Se ha vuelto peligroso utilizarlo,
indómito ser que cobra vida,
y que utiliza el mal para vengarse
de todos cuantos miran su inmóvil entidad.
Lo toco, queriendo que se active,
dejando que la electricidad surque sus venas,
para así iluminar mis libros y mis dedos,
y él, desobediente y altivo,
descarga sobre mí el rayo de la muerte.
Tan tranquilo, vuelve a su ser,
a dormitar, con su pijama blanco.
No me atrevo a tocarlo más
y dejo que la noche me cubra.
No leo, no escribo, no juego al ajedrez...
Solo me froto las manos
para calentarme
o hacer brotar alguna chispa
de mi piel que ilumine, al menos,
el té que me quiero beber.







Sequía

No llueve en esta tierra de desiertos,
sus fuentes no manan más que arena,
el olmo se agrieta sin su sombra,
y las aves, sedientas, emigran hacia el mar.
Me acerco, reseco en soledad,
con mi bidón de plástico,
al camión cisterna aparcado en la plaza,
y allí, mendigos del agua,
todos recogemos las gotas
que nos mantendrán vivos
una semana más.
Vuelvo a mi casa,
cargando cinco litros,
y, al llegar al rellano de la escalera,
me atraca mi vecino del cuarto
y se lleva el agua de mis manos,
dejándome herido y vacío.
Sin esperanza,
sediento una semana más,
acudo a los restos de cerveza
que ella dejó tras su marcha,
Se alejó con las aves,
hacia el mar,
a vivir su libertad de agua:
la que da vida.