sábado, 17 de septiembre de 2016

Ojos de mar

El mar está más allá de estas esquinas,
no hay mar cercano
que llegue hasta mis ojos,
todo está cercado por paneles de cemento,
alambrado el horizonte con paredes y tejados.

Hay ojos que miran el mar,
millones de ojos, cegados
por la luz.
Pupilas minúsculas
prendidas de las olas,
pestañas que filtran
el rayo que no cesa.

Los ojos que miran el mar
miran por mi,
y me envían la luz
que rompe las olas
y se expande ante ellos.

Son los ojos de la vida,
de la risa,
de la savia,
de la energía cegadora,
que todo lo arrasa,
que todo lo ensalza,
que todo lo envuelve.

Ojos de mar.

Las tinieblas de la noche,
no permiten el descanso
de lo bello.

Mueren,
envueltos en la seda
del deseo.


Alambre

Pasión:
el aire que envuelve el sesgo de esos ojos,
está hecho de hojas húmedas,
la vid primera en una copa,
el temor a un placer imposible
la ruina de la piel enardecida.

Amor:
páginas inmersas en otoños,
abiertas sin dueños y  temores,
el fin cercano y sin la luz precisa.

Tantas palabras para ahogar el grito
que deja vacío y seco el aire.
Las lágrimas del pelo
vertidas en la misma copa que ocupó el vino.

Nada en la pecera de los sueños,
ningún ruido oculto tras las ruinas,
ninguna imagen ilusoria en busca del sentido.

Las mismas preguntas vertidas
en la senda del futuro,
perdidas las señales
del camino que muere en el paisaje.

Horizontes verticales
sobre ventanales de acero.

Si pudiera caminar sobre el alambre...