domingo, 17 de enero de 2010

Las cosas

La persona real se descompone
Y queda la música de una nana en su cuna
El olor del café molido por la abuela
La inaugural herida en las rodillas
El inicial salivazo en la conciencia
La humedad de unos labios primerizos
El dinero compartido
El trabajo rutinario
La enfermedad y la muerte de un amigo
Y uno, que no es nada, se agarra al corazón
de las cosas y deambula.

No está

Se queda por la noche
Duerme en mi casa
Comparte mi cama
Y apenas rozo su cuerpo
Es tan ingrávida
Tan virtual
Tan cercana a mi piel
Tan nítido su aroma
Y no está

La escombrera


Una muda escombrera
Está ardiendo a las afueras de mi barrio
Desprende un denso humo gris y maloliente
Que penetra por las grietas de mi cuarto
Y me llega a los pulmones y me arden
No hay dolor en mi agonía
Ni un resquicio para la resurrección
Solo la extraña pasividad
Del suicida

Narración

Habitan la narración
Como los topos sus túneles
Socavando el subsuelo de los sueños
Horadando el humus del deseo
Dejando ahogar el aire para oscurecer la respiración
Confiando en sus adjetivos como soportes de la desesperación
En sus verbos que accionan palancas de misterio
sustantivos para nombrar el imposible todo
como soles ignotos, solos, girando en el fondo de su universo
Indescriptibles, ausentes.
Y aún así, felices, buscando claves para la armonía
notas exactas para la justa melodía del misterio
Cueva de arácnido a la espera de la presa
El centro del cuerpo
Su libro secreto
El tiempo.

Piel

En ciertos pasajes, en inciertos paisajes...
Al volver la mirada desde el seno del mar,
una lámina fresca de latidos cercanos
me deja un recuerdo de pálida miel.
Es la piel,
y la arena pegada a los ojos
me vuelve a nombrar
y me pone a remojo
en el largo canal de su vientre
y su sed.
Una estatua de sal
y mi frente cuajada de nieves
me deja a la sombra del dulce manar
de mis lágrimas leves.

miércoles, 13 de enero de 2010

Fátima

Fátima se asomó a la ventana de su dormitorio y gritó: ¡necesito!
Estaba tan bella…

Lomismodesiempre

Al mismo tiempo lo niega.
Afirma y niega a la vez.
Mientras, yo sacudo la cabeza como un perro recién salido del agua.
Con ese movimiento salen despedidas todas mis perplejidades
y a la vez se hace la calma.
Ahora ya no me asustan sus complejas paradojas.

¿Quién dices que los mueve?

La perfección del ritmo lento es consecuencia del tiempo tan dilatado que empleamos en encontrarnos la piel, bajo los signos arbitrarios que los árboles dibujan en el vacío, cuando el viento les mueve al azar.

Ni en el mercado

El baile de máscaras no hizo más que comenzar y al momento ya tenía frente a mi a todas las personas que sabían quien era yo. Y eso a pesar de que había superpuesto todas las que había en el mercado.

Los ojos de Pedro

Diminutos ojos azules son los que tiene Pedro y ella los escruta con delectación hasta que consigue no ver más que a ellos y por ellos. La niebla azul lo impregna todo y ambos saben que perderse en ella no es más que cuestión de oportunidades.

Mi mirada no se recupera

Recuperar, por fin, mi mirada. No ya las dioptrías que he perdido irremediablemente, sino la capacidad de observar, ver y, sobre todo, tomar decisiones acertadas para creer que aún hay alguna posibilidad.

Es global

El desconsuelo global que diría mi amigo Pedro está presente en todas ellas, que más que nadie saben lo que nos estamos jugando en esta lid. Y si ellas se desconsuelan tanto es que no hay nada que hacer. Ellos han ganado. La única esperanza consiste en …¿tú que contestarías a eso?

Espinas de cactus

Las espinas de los cactus impresionan a medida que te acercas a ellas y ves como aumenta el riesgo de clavártelas. Mientras, vas buscando el método ideal para no tener que vértelas con el pinchazo, el dolor y la sangre. Y las pinzas para extraértelas no siempre están disponibles en el mercado.

Duelo

Es importante mantener ese duelo, que no decaiga la pelea entre los opuestos y los afines, entre las luces y las sombras. He de mantenerme despierto mientras llega la hora de decidir que debo hacer. Es el momento, mientras espero y procuro no desgastarme demasiado con esas luchas.

Todo resulta inédito

Los inéditos diarios que me llevan a saldar mis cuentas con cotidianos delirios, esos que tú sabes funcionan más allá de la evidencia y de la lógica, hacen muy simple la vida: no existe nada más allá de lo que percibo, interiorizo y transformo.

domingo, 3 de enero de 2010

El colibrí

Sus sucesivas capas de cera o de seda o de alma en pena, han ido desapareciendo ante mis ojos como tímidos velos. Su intimidad gris y rosa, con lazos y abrazos, se abre ante mi y despliega alas de colibrí volando dulce y sonriente.

El musgo

Durante tres horas he tenido entre mis manos la húmeda textura del musgo y se me han quedado las manos heladas y el corazón ardiendo.
O al revés, no sé muy bien.

El túnel

A los dos minutos de haber visitado muy de cerca la primera madrugada del año, volví al sillón de la espera y me dejé caer en el mullido encaje de su comodidad. Soñé el resto del día como el tren de la vida pasa bajo el túnel que une el garaje de mi casa con el resto del mundo. Y yo, soñando, con el motor en punto muerto.

Madrugadas

Madrugada es la palabra que más me estremece.
Por eso me levanto siempre temprano; por si la pillo durmiendo, y así me entero si lo hace con pijama de cuadros o camisón de seda con lazos de raso.
Ya sé que no es muy original; miles antes que yo se han emborrachado de madrugadas, y no es para menos.
Lo mismo en la playa que en la nieve lo hago montones de veces; en plena noche salto de la cama sin pereza para fisgar por una ventana y pescar a la luna enamorando al mar, o a la nieve abrazando los pinos...