jueves, 13 de agosto de 2015

Humo que ablanda los rescoldos (P.A. 23)

Siempre hay fuego en el rellano de tu escalera,
llamas de espaldas que penetran tras las puertas,
dejando completo el hueco del ascensor
y llena de acero y cristal la entrada de tu casa.

Sufro a sabiendas de que tienes saciada tu morada
de humo y cenizas, de brasas negras y frías,
que veo reunidas en el brasero de tu memoria,
apagadas para siempre,
mientras haces migajas con los restos del incendio.

Noticias me traen las últimas lluvias,
sin respuesta de tu teléfono a mis llamadas,
y siento en el interior de los edificios,
que visito a escondidas,
la capa de tus volcanes y las huellas de tu música.

¿Qué dolor de las campanas
me anuncia la llegada del fragor y los incendios?,
¿qué bosques arden entre risas de lobos enclaustrados,
mientras tú con tus libros
te aturdes con alardes de adjetivos?,
¿qué llenan tus diarios
escondidos,
encendidos,
escindidos,
endiablados,
como rayos tejidos al azar de las tormentas?.

Mas fuego me envias y, calcinado por tus pechos,
me ciega el humo que ablanda los rescoldos.


miércoles, 12 de agosto de 2015

Enterrada en una piedra cualquiera (P.A. 25)

No se decirte claramente si es una piedra, una roca o un cristal, lo que pesa sobre mis hombros, dejándome en ellos las huellas del desierto de azules y venenos.
No se decirte si entre los labios que dejaste pegados al rojo de los libros del pasado, está la salvación de mis pulsiones, de mis miedos, de mis dudas, del cero de todos los resortes.
No se, en definitiva, si la claúsula oculta de la que eres dueña, está enterrada en una piedra cualquiera o es metal, diamante o agua congelada, que espera el despertar de la tormenta o el bullicio fundente de todas las erupciones del planeta.
Es más, si el tiempo detuviera la sombra de los seres, estarías detrás de todos los objetos, que nítidos, serían siempre otras cosas, transformados por miradas que tú sabes no son solo miradas.

martes, 11 de agosto de 2015

Ciudad en la raíz (P.A. 27)

Todo quedó al arbitrio de la ciudad:
vías recalentadas por miles de trenes
repletos de gentes buscando destinos absurdos,
andenes de rocas y flores de plástico
esperando llegadas de cuerpos y anhelos,
recortes, maderas, maletas, ruedas y conchas prendidas en playas desiertas, billetes, horarios,...
todo anclado en este maldito tiempo que hemos perdido,
y ahora,
enraizados en la ciudad,
buscamos las huellas de nuestro deseo incompleto,
insatisfecho,
en los hoteles secretos,
en las veredas oscuras,
en los bosques malditos,
entre las manos del beso y en los besos de las manos,
entre tú y yo,
como gotas de miel que se deslizan en la lentitud de los segundos,
para despues,
volver al frío,
a esa sensación ingrata de los dedos lejanos,
 los besos cegados,
qué haré despues si ella no vuelve,
adiós que queda solo, perdido entre los taxis,
para escapar a las montañas y olvidarse hasta mañana del titular del día:
ama.
La ciudad se vuelve y crece y nosotros, en sus raíces,
perdemos la energía recobrada
y volvemos serios al andén de todos los ayunos y todas las aceras.
Las mismas que cercan la ciudad y nuestros pasos.

domingo, 2 de agosto de 2015

No puedo girar (P.A. 27)

La tarde tenía colgadas de los botones de sus senos,
prendas rojas y labios rojos,
tejidos negros y bolsos de acero y nata.
Atado a mi recuerdo,
no puedo girar,
no puedo volverme
y mirar ningún reflejo.
Entró el sol entre rendijas de plástico
y no llegó a iluminar los mapas,
el hombre del tiempo predijo que el fin de la lluvia estaba aún lejos.
Atado a mi recuerdo,
no puedo girar,
no puedo volverme
y mirar ningún reflejo.
Y huyó,
antes de que me diera tiempo a buscar las anillas donde asirme
y volver a la cordura,
tendido en la cuerda floja,
sobre la selva azul y algodonosa.
Atado a mi recuerdo,
no puedo girar,
no puedo volverme
y mirar ningún reflejo.
Lástima de trenes que se hunden en túneles de mármol,
mientras espero que se abran los relojes
y las máquinas,
para regresar a la misma campana del tiempo
y no salir.

Al borde del aliento (P.A. 35)

Llega una voz
desde una caja de música, abierta,
melodía de dulces resonancias cercanas y distantes,
compuesta de silencios y de notas
enlazadas con perfume.
No se si es la muerte
que me espera en el borde del océano,
no se si es ella la que vierte sobre mi piel
paladas de olvido,
no se si es ella
el encuentro de mi voz y las mirada.
Todo me queda al borde del aliento,
a la vera de labios de plástico y de miel,
en sus comisuras de mística de selvas.
Un sueño paradójico y feliz,
inalcanzable.